Los gatitos jóvenes no se deberían separar de su madre antes de la 10° o 12° semana.

Ellos necesitan una alimentación especial que esté acorde a las necesidades de su edad. Hay que darles comida más veces y también requieren de más cuidado y tiempo que los gatitos mayores y más independientes.

Las crías mayores, aunque todavía son muy juguetones y dispuestos a cualquier cosa, ya son un poco más tranquilos. Para familias con niños, un gato adulto puede ser una mejor elección. Los gatitos jóvenes todavía son algo torpes y cuando se estresan pueden volverse tímidos o agresivos. Un gato adulto con más experiencia normalmente no es tan complicado, si bien cuando una situación les incomoda o se sienten acosados pueden escaparse o en caso de emergencia, defenderse.

Desde el punto de vista biológico, un gato de ocho años ya es un gato mayor. Los signos del envejecimiento podemos detectarlos en los tiempos prolongados de descanso y sueño, en las articulaciones más tiesas y en una capacidad reducida para ver y oír. El metabolismo de los gatos mayores también cambia: necesitan una alimentación especial para mejorar su calidad de vida.